Menopausia en el cine y la televisión: evolución de los estereotipos
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Durante gran parte del siglo XX, el cine y la televisión ignoraron casi por completo la menopausia. En los casos en los que sí se abordó, fue desde una óptica caricaturesca, medicalizada o incluso ridiculizante. Este silencio narrativo no es menor: lo que no se muestra en pantalla tiende a volverse invisible en la sociedad. Y lo que se representa de forma errónea contribuye a perpetuar mitos y estigmas que afectan directamente la autoestima, la salud mental y el bienestar general de millones de mujeres.
Los medios audiovisuales son herramientas poderosas para moldear el imaginario colectivo. A través de las décadas, hemos visto cómo el envejecimiento femenino ha sido sistemáticamente ocultado o distorsionado. Las mujeres mayores fueron borradas de las historias principales, relegadas a papeles secundarios o convertidas en personajes unidimensionales: la abuela excéntrica, la señora amargada o la mujer “hormonalmente inestable”.
La menopausia, en particular, ha sido tratada durante mucho tiempo como una especie de broma recurrente o como un tema vergonzoso. Escenas de mujeres con abanicos en mano, sudando, irritadas o con supuestos cambios de humor extremos han poblado el cine comercial y las comedias televisivas durante años. Estos estereotipos no solo trivializan una etapa compleja y diversa, sino que también refuerzan la idea de que la menopausia es algo incómodo, desagradable y mejor no mencionado.
Sin embargo, a partir de las últimas dos décadas, algo comenzó a cambiar. Una nueva generación de creadoras, guionistas y directoras —muchas de ellas mujeres— ha comenzado a reescribir las historias que se cuentan sobre el cuerpo femenino y sus transiciones naturales. Este giro coincide con una mayor conciencia social sobre la salud integral, el empoderamiento femenino y la necesidad de romper con el edadismo, un prejuicio muy arraigado que asocia valor personal con juventud.
Un ejemplo clave de esta transformación narrativa es la serie Grace and Frankie, protagonizada por Jane Fonda y Lily Tomlin. En ella, se exploran no solo las relaciones, el deseo y la sexualidad en la madurez, sino también los cambios físicos y emocionales que acompañan al envejecimiento femenino, incluida la menopausia. Lejos de tratarse de personajes “acabados”, Grace y Frankie son mujeres vitales, contradictorias, emprendedoras y complejas. El humor está presente, sí, pero no a costa de ridiculizar sus cuerpos o experiencias. Al contrario, se trata de humor con conciencia.
Otra producción destacable es el documental Menopause and Me, emitido por la BBC, donde la presentadora Mariella Frostrup se embarca en un viaje personal y profesional para entender por qué la menopausia sigue siendo un tema tabú incluso en sociedades modernas. El documental combina testimonios reales, entrevistas médicas y análisis sociológicos, mostrando la menopausia como un proceso tan biológico como culturalmente condicionado. Frostrup visibiliza el sufrimiento silenciado de muchas mujeres, pero también celebra la posibilidad de reconstruirse desde nuevos paradigmas de salud, autoestima y espiritualidad.
En el cine independiente, películas como The Wife (2017), con Glenn Close, si bien no abordan directamente la menopausia, sí plantean preguntas relevantes sobre el rol de las mujeres maduras en la sociedad, la invisibilización emocional y las renuncias que muchas han hecho en nombre de otros. Esta narrativa de fondo también es parte del paisaje menopáusico: lo que se vive en silencio durante décadas y explota cuando el cuerpo y la mente piden un cambio.
Más recientemente, And Just Like That…, la secuela de Sexo en Nueva York, ha dado un paso valiente al incorporar la menopausia en la vida de personajes que generaciones anteriores vieron como íconos de libertad sexual y estilo. Miranda, Charlotte y Carrie ya no son mujeres en sus treintas persiguiendo el amor en Manhattan, sino mujeres maduras enfrentando nuevas realidades físicas, emocionales y hormonales. Miranda habla abiertamente de su perimenopausia y de su lucha con los sofocos; Charlotte se enfrenta a las transformaciones del cuerpo y del deseo; y Carrie, aunque más reservada, también empieza a cuestionar lo que significa envejecer con autenticidad. Si bien la serie ha recibido críticas mixtas, lo cierto es que ha abierto un espacio antes inexistente: ver a mujeres en pantalla hablando de menopausia sin censura ni vergüenza, desde la comedia pero también desde la verdad.
También cabe destacar cómo en la ficción más reciente se empieza a hablar de la perimenopausia, una fase aún menos representada pero que afecta con intensidad a mujeres en sus 40s. Series como Fleabag, aunque no la mencionan directamente, aluden con humor negro a los cambios de identidad, deseo y estabilidad emocional que muchas mujeres atraviesan sin tener aún un lenguaje claro para nombrarlos. La representación indirecta también ayuda a normalizar estos temas y a expandir la conversación.
No podemos hablar de esta evolución sin mencionar el papel de las redes sociales. Muchas actrices, creadoras de contenido y comunicadoras están tomando la menopausia como bandera de visibilidad. Desde vídeos educativos hasta charlas TED, pasando por campañas de belleza inclusivas que muestran a mujeres reales —con arrugas, canas y poder—, lo que está sucediendo en los márgenes digitales está comenzando a cambiar el discurso mainstream. Lo que antes era materia de susurros se está convirtiendo en un tema de agenda.
Por supuesto, aún queda mucho camino por recorrer. En la mayoría de las películas comerciales, las protagonistas siguen siendo jóvenes, delgadas y sin referencias al paso del tiempo. La menopausia no suele formar parte de los arcos narrativos principales, y cuando aparece, todavía es condescendiente o superficial. Pero los avances logrados muestran que el cambio es posible, y que representarnos con más verdad no solo es necesario, sino urgente.
La menopausia no es una anomalía ni un desvío de la norma: es una fase natural de la vida de la mitad de la población. Su presencia en el cine y la televisión no debe limitarse a la anécdota cómica ni al discurso médico. Debe formar parte de las historias humanas, con toda su profundidad emocional, social y simbólica. Mostrarla con respeto, sin miedo y con belleza real es uno de los mayores actos de justicia cultural de nuestro tiempo.